sábado, 25 de octubre de 2008

La noche más larga...




La Noche de los Bastones Largos.


El golpe de Estado de Juan Carlos Onganía si bien fue recibido con indiferencia por la mayoría de la sociedad, las universidades conformaron el punto neurálgico a modo de oposición y de manera pública, en contra del mencionado derrocamiento al entonces presidente Arturo Illia. El 29 de julio de 1966 se había decretado la ley 16.912 que eliminaba la autonomía universitaria y obligaba a rectores y decanos de las ocho universidades nacionales a asumir como interventores dependientes del Ministerio del Interior, de todas formas sólo tres de ellos aceptaron estas condiciones, el resto renunció.
Sin embargo, para poder comprender mejor lo que significó la llamada “Noche de los Bastones Largos” y las repercusiones que tuvo, es necesario explicar brevemente las transformaciones que se dieron años antes.
En tiempos del peronismo, el alto poder adquisitivo de los salarios permitió generar las condiciones para el acceso popular a la Universidad. Tras la supresión de los aranceles fue posible que los hijos de obreros pudieran acudir masivamente, considerando que hasta entonces no habían tenido más acceso que al aprendizaje de oficios sin ningún tipo de especialización. Fueron tiempos de grandes beneficios para el estudiantado y en los cuales el presupuesto universitario tuvo un incremento notable. Así también fue con el gobierno de Perón, cuando gran parte de los postulados de la Reforma del 18 (tales como la extensión universitaria, la agremiación estudiantil, becas, residencias universitarias, cooperativas, comedores, asistencia médica gratuita, equivalencia de títulos para estudiantes latinoamericanos, etc.) fueron conquistados. Vale mencionar también aquellos errores que marcaron el desacierto para con el movimiento estudiantil, como la reducción de su representación o medidas tal como la ley promulgada en 1947, que permitió la intervención de las Casas de Altos Estudios, que permitieron que en su mayoría quedasen en manos de los sectores clericales.
La Revolución Libertadora en 1955, con el objetivo de “desperonizar” las universidades, declaró la vuelta de la autonomía universitaria a manos de los sectores de la clase media, lo que permitió que algunos sectores de las universidades públicas construyeran una identidad que se pensó a sí misma como solidaria de las mayorías. Cierto vigor y una incipiente excelencia académica se combinaron con un compromiso político entendido como concreción de la “función social” de la universidad y oposición a intereses hegemónicos externos.

Con los gobiernos que se sucedieron hasta el ’66, Frondizi e Illia, habían propiciado un panorama de mayor apertura para las universidades públicas del país. En el ámbito académico se había instalado el concepto “desarrollista” como equivalente de política industrialista, con independencia científica y tecnológica. Desde las ciencias sociales, la producción de conocimiento era reconocida como actividad de diagnóstico y transformación de la realidad de un país periférico. En este período la universidad era reconocida como factor indispensable para el desarrollo económico y social como país. El debate político dentro de las mismas se ampliaba a la par de acontecimientos mundiales, entre ellos la Revolución Cubana y la Guerra Fría que enfrentaba a Estados Unidos con la Unión Soviética. La juventud comenzaba a politizarse y a sensibilizarse con los movimientos de liberación de los países del Tercer Mundo, tanto de Latinoamérica como los del resto de los continentes.
Sin embargo, con la irrupción de Onganía al gobierno, la noche del 29 de julio del ’66, la Guardia de Infantería invadió violentamente las facultades de Filosofía y Letras, así como también las de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, con la orden de eliminar las “causas de la acción subversiva”. Entraron a los bastonazos, disparando gases y gritando consigas antisemitas y anticomunistas (“ Sáquenlos a tiros si es necesario ¡Hay que limpiar esta cueva de marxistas!” pregonaba Mario Fonseca, jefe de la Policía Federal, obedeciendo el mandato del Gral. Onganía. Profesores y estudiantes tuvieron que abandonar los edificios de manera obligada, muchos de los cuales terminaron detenidos. En las horas posteriores a la intervención universitaria dos mil docentes renunciaron (casi todos de dedicación exclusiva) y se exiliaron alrededor de trescientos científicos. Consecuencias directas de esta violenta intervención que dejó a la Universidad diezmada, se vio claramente en cuanto a los contenidos de las materias, que descendieron notablemente de nivel. Se dio la aplicación del modelo limitacionista: los exámenes de ingresos pasaron a ser obligatorios, se aranceló parte de la Universidad, se cerraron los comedores universitarios, se disolvieron las federaciones
estudiantiles regionales y la nacional (FUA), vedaron la actividad de los centros de estudiantes, se redujo la cantidad de asignaciones exclusivas, y la policía pasó a ser miembro habitual de la comunidad académica.

Si bien el limitacionismo, la represión y el autoritarismo que la dictadura implantó dentro de la universidad determinaron todo un quiebre, no significó una despolitización de la misma, sino que permitió que se forjara con mayor fuerza un espacio de resistencia popular, que se expresó por medio de distintos enfoques, tales como la vinculación de estudiantes de la izquierda nacional, socialcristianas y peronistas, con la CGT de los Argentinos. Esto también fue acorde a otro tipo de insurrecciones sociales que se dieron por parte de jóvenes de los sectores medios, como lo fue la sublevación obrera y estudiantil de mayo de 1969, conocida como el “Cordobazo”.

A modo de sopesar la importancia fundamental de estos hechos, se hace imperioso el realizar un contraste acorde para lograr determinar lo significativo de un espacio vital para la comunidad en general, como lo es la universidad. La universidad como lugar de fomentación de ideas y progreso, en donde se haga eco de las demandas intelectuales para estimular un desarrollo sustentable de país, a modo de pie imprescindible para que la sociedad en su conjunto posea las herramientas necesarias para ello. Y todo esto dando espacio a la participación activa y amplia de aquellos que conforman este espacio, desde los estudiantes hasta los profesores y autoridades, y sobre todo, con una actitud de constante defensa a que pueda permitir que personas de todo nivel económico y social tengan la plena oportunidad de pertenecer, es decir, la defensa de una universidad pública y popular, lejos de los saldos negativos que dejó aquel modelo implantado por la fuerza, sobre todo el hecho de haber convertido en gran parte a la educación superior en un cierto privilegio para un recortado sector social, que en parte importante responde a intereses ajenos a los del conjunto de los habitantes latinoamericanos. En definitiva, en una actitud consecuente adherida a la idea de que el rol de la Universidad como ámbito de debate y progreso no debe estar desligado ni ajeno a la política como poder de cambio.

Rodolfo Walsh: un ejemplo de militancia.




Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan héroes, ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores, la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan, la historia aparece así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.


Rodolfo Walsh nace el 9 de enero de 1927 en la ciudad de Choele Choel (provincia de Río Negro). Descendiente de irlandeses, Walsh vive una infancia en una familia de clase media y es educado en colegios religiosos de Capilla del Señor y Moreno. Su vocación era ser aviador, aunque su incursión en el mundo de las letras, en su adolescencia, lo marcó para siempre. Cuentos policiales, traducciones para la editorial Hachette, artículos de periodismo cultural para diversos medios -entre los que figuran La Nación-, y un premio municipal de literatura figuran en su curriculum hasta el ‘56.
Éste joven comienza desarrollando sus aptitudes como escritor de literatura policial y como periodista y traductor. Pero cercano a cumplir los treinta años, toma conocimiento de los hechos que cambiaran radicalmente el eje de su labor como escritor. En 1956, en un café de La Plata, alguien le dice que de los fusilados en el basural de José León Suárez, que había ordenado el gobierno nacional meses antes, había un sobreviviente. Sacudido y preocupado por aquellos hechos se animó y fue más lejos que la ‘gran prensa’ y que la misma justicia. Comenzó a indagar sobre la historia de los fusilados del ‘56, averiguó acerca de sus verdugos, encontró a sobrevivientes y nunca dejó de buscar respuestas. A partir de entonces, empezó a desarrollar un nuevo tipo de literatura y de periodismo comprometidos con la realidad social y política, basándose en principios de igualdad y justicia. A raíz de este caso escribió “Operación Masacre” en donde se ve una manifestación del cuento policial junto a una búsqueda de la literatura testimonial.
Más tarde tras un encuentro con el General Perón en Madrid, fundó una revista gremial para los trabajadores. Sabía que el movimiento obrero era traicionado por sus principales dirigentes, y los enfrentó descifrando el asesinato de uno de ellos: “¿Quién mató a Rosendo?”.
Pero su estilo no lo dieron solo estos escritos, Walsh tenía una historia: había resuelto algunos casos en los cuentos ‘Transposición de jugadas’, donde se manifiesta la rudeza de la vida de campo a través del famoso dilema entre el lobo, la cabra y el coliflor; ‘Simbiosis’ donde se entrecruzan la religiosidad popular, el sincretismo y el paganismo, fusionándose dos fanatismos: el religioso y el ateo; ‘Los dos montones de tierra’, describiendo la prepotencia de los dueños de la tierra para con los humildes; ‘En defensa propia’ realizando, por un lado una indagación psicológica de ‘una persona intachable’, y por otro, un análisis sociológico de la parte hipócrita de la sociedad. “El caso Satanowsky”, “Un oscuro día de Justicia”, “Diez cuentos policiales” y “Variaciones en rojo”, conforman el legado de Walsh, entre muchos otros.
En 1958, viaja a Cuba a realizar algunos trabajos periodísticos. Allí funda Prensa Latina junto con su colega y compatriota Jorge Mascetti. Había decidido que no sería nunca más un simple observador privilegiado del mundo, sino que quería formar parte activamente de él: como jefe de Servicios Especiales en el Departamento de Informaciones de Prensa Latina, usó sus conocimientos de criptógrafo aficionado para descubrir, a través de unos cables comerciales, la invasión a Bahía de Cochinos, instrumentada por la CIA.
Se casó con Elina Tejerina, a quien le dedicará su primer libro. Su esposa estudió letras y fue nombrada directora de una escuela para ciegos en La Plata, lugar donde vivirán. Allí tuvieron dos hijas: Patricia Cecilia y María Victoria.
Como muchos pensadores de su tiempo, se transformó en un intelectual antiperonista, sin por ello enfrentar abiertamente el régimen, manteniendo su tendencia por el nacionalismo.
Pero durante los albores de la década del ´70 asumió una fuerte responsabilidad con el proceso que vivía el país, con el enfrentamiento a los militares de la Revolución Argentina, la venida de Perón y el surgimiento de grupos armados. El compromiso se vio reflejado en la acción directa, aunque su labor periodística continuó. El autor entendió claramente que su compromiso con el pueblo debía ser a través de una entrega plena a fin de aportar su cuota para el proceso liberador. Es así que la denuncia, y la investigación de la realidad ocuparon gran parte de su tiempo.
La militancia de Walsh en las FAP y su identificación con la izquierda peronista, en la década del ‘70, son algunos de los elementos que lo transforman en un escritor maldito. Pero el análisis de su vida y su obra nos demuestran que él fue más allá de las coyunturas. Su movimiento ideológico pasó desde la derecha de la Alianza Libertadora Nacionalista, en la década del ‘40, hasta culminar en la agrupación Montoneros, en los ‘70. Y su trabajo como cronista nos permite, no solo conocer esa evolución personal, sino que ayuda a observar en detalle los cambios sociopolíticos y económicos de nuestro país en la segunda parte del siglo.Su primer espacio de militancia activa fue en el Peronismo de Base, para luego sumarse a las Fuerzas Armadas Peronistas (F.A.P.). Su tarea siempre se relacionó con la información, la inteligencia y la planificación de acciones. En 1973 se incorpora finalmente a las filas de Montoneros en un sector llamado Departamento de informaciones.

Una vez instalado el golpe de Estado en 1976, encabezado por Videla, Walsh crea la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA). Desde allí exhorta a toda la población: "Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. (…) El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información".
La violación a los derechos humanos por parte de hombres que integraron entes armados estatales, fue una constante a lo largo del siglo XX, desde la semana trágica del ‘19, pasando por los fusilamientos en la Patagonia en el ‘20, junto con los atropellos de la década infame, sin dejar de mencionar los 60 años de golpes de estado y la noche trágica iniciada en el ‘76.
Tras la muerte de su hija Victoria, alias “Hilda”, militante montonera de 26 años, Rodolfo Walsh escribió varias cartas. En ellas se explica el contexto que atravesaba la lucha política de nuestro país. “Fue a militar a una villa miseria. Era su primer contacto con la pobreza extrema en cuyo nombre combatía. Salió de esa experiencia convertida a un ascetismo que impresionaba. Su marido, Emiliano Costa, fué detenido a principios de 1975 y no lo vio más. La hija de ambos nació poco después.(…) En las últimas semanas varios de sus compañeros fueron muertos: no pudo detenerse a llorarlos. La embargaba una terrible urgencia por crear medios de comunicación en el frente sindical que era su responsabilidad.
Mi hija estaba dispuesta a no entregarse con vida.(…) conocía el trato que dispensan los militares y marinos a quienes tienen la desgracia de caer prisioneros: el despellejamiento en vida, la mutilación de miembros, la tortura sin límite en el tiempo ni en el método, que procura al mismo tiempo la degradación moral, la delación. Sabía perfectamente que en una guerra de esas características, el pecado no era hablar, sino caer. Llevaba siempre encima la pastilla de cianuro -la misma con la que se mató nuestro amigo Paco Urondo-, con la que tantos otros han obtenido una última victoria sobre la barbarie.
El testimonio de uno de esos hombres, un conscripto: "El combate duró más de una hora y media. Un hombre y una muchacha tiraban desde arriba, nos llamó la atención porque cada vez que tiraban una ráfaga y nosotros nos zambullíamos, ella se reía."
"De pronto -dice el soldado- hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos.(…) Empezó a hablarnos en voz alta pero muy tranquila.(…) -Ustedes no nos matan -dijo-, nosotros elegimos morir. Entonces ella y el hombre se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros."
(…)Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado. Su lúcida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella, vivió para otros, y esos otros son millones. Su muerte sí, su muerte fue gloriosamente suya, y en ese orgullo me afirmo y soy quien renace de ella.” Esta transcripción de Carta a mis amigos, escrita el 29 de diciembre de 1976 por Walsh explica, no sólo la muerte de su hija sino de miles de compañeros que quisieron ser callados por el terror.

El 24 de marzo de 1977 al cumplirse un año del golpe de Estado, Rodolfo Walsh elabora una carta que más tarde constituirá un hito en la historia argentina. “La carta abierta a las juntas militares” se transformaría en el principio del fin. En la misma el periodista desarrolla con sorprendente precisión todos los hechos de secuestro y tortura de personas como así también, la violación sistemática de los derechos humanos, las políticas de entrega de los principales recursos del país, la debacle económica y la corrupción incesante. Hacía veinte años había publicado el libro más importante de su vida, ‘Operación Masacre’ y recordaba que en el prólogo de la primera edición decía: “Investigué y relaté estos hechos tremendos para darlos a conocer en la forma más amplia, para que inspiren espanto, para que no puedan jamás volver a repetirse”. Pero su deseo no se cumplió, y por eso escribió en su último texto: “Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”. Empuñó el arma que mejor usaba, su máquina de escribir, y redactó el informe más lapidario que tuvo el gobierno militar al cumplir el primer año de gobierno. Su valentía de costó la vida; Walsh pasaría a ocupar un lugar en la larga lista de asesinados durante la última y más sangrienta dictadura militar en nuestro país.
Resiste, revela, devela, Rodolfo Walsh se juega en cada palabra que pronuncia, se arriesga con cada frase que escribe. Reivindicamos su figura, a 31 años de su muerte, como un claro ejemplo de militancia política y social en nuestro país, altamente comprometido con las causas e intereses de la clase trabajadora y con los sectores más postergados. Como un intelectual que supo estar a la altura de las circunstancias logrando mezclar teoría y praxis en la lucha por la Liberación Nacional. Su tarea periodística y literaria trasunta un verdadero apasionamiento por la búsqueda y transmisión de la Verdad Histórica.

Mariano Moreno: La otra cara de la Revolución de Mayo.


Moreno no protagonizó la Semana de Mayo sino hasta que el 25 de Mayo de 1810 asumió las Secretarías de Guerra y Gobierno de La Primera Junta.
A mediados de 1805 es nombrado Relator de Audiencia y asesor del Cabildo de Buenos Aires. Por aquellos años, Mariano Moreno escribiría: “Yo he visto llorar muchos hombres por la infamia con que se les entregaba; y yo mismo he llorado más que otro alguno, cuando a las tres de la tarde del 27 de junio de 1806, vi entrar a 1560 hombres ingleses, que apoderados de mi patria se alojaron en el fuerte y demás cuarteles de la ciudad”. Era el tiempo de las invasiones inglesas. Estos hechos produjeron la conformación de dos grandes grupos: por un lado, los comerciantes monopolistas españoles, que buscaban mantener su privilegio de ser los únicos autorizados a importar y comercializar productos extranjeros; productos que eran realmente caros. Por otro lado, los ganaderos exportadores que buscaban comercializar directa y libremente con Inglaterra y con otros países que eran los clientes más importantes y los proveedores de esta región.
La situación del virreinato se complicaba. El comercio se había paralizado a causa de la invasión francesa a España por parte de las tropas de Napoleón, lo que provocaba una gran disminución en las rentas aduaneras, por entonces, la principal fuente de recursos del virreinato. Moreno apoyaría la posición tomada por el nuevo virrey de aprobar el libre comercio y acabar con el monopolio español. “Sea que sigan dependiendo de España o que formen gobiernos independientes, lo cierto es que los sudamericanos, en este momento, abren los brazos a Inglaterra: es indiferente en qué forma buscan nuestra ayuda, siempre que el incremento de los negocios y el nuevo mercado que nos ofrecen para la venta de nuestras manufacturas compense nuestra protección” Así definiría la situación político- económica, un memorándum del Foreign Office en 1809.
La Revolución Nacional que se desataba en España se transforma en revolución democrática cuando el pueblo adquiere protagonismo avanzando contra las prerrogativas de la Iglesia, la nobleza y el rey, es decir, contra el absolutismo. En América la reacción se ve reflejada en una sucesión de movimientos insurreccionales por el continente entre 1809 y 1811, desplazando a la burguesía absolutista que ya había caído en España y organizando Juntas populares. Lo que caracterizará estas revoluciones americanas, será el acompañamiento de la revolución española y la confianza de los revolucionarios en que Fernando VII (el rey cautivo), constituiría la reforma en la península y sus provincias americanas.
No existía cuestión nacional en el continente americano. No había invasión extranjera, ni tampoco una nacionalidad oprimida. Inclusive, el mayor organismo político español, consideraba a estas tierras como extensión del territorio de España. En 1810, la cuestión nacional no podía resolverse en nombre de una supuesta raza india pura, sino como mestiza. Y la cuestión central residía en una reivindicación democrática general contra la opresión absolutista, es decir, el pueblo hispanoamericano contra los monarcas reaccionarios que imponían sus leyes y sus representantes, que los oprimían económica, social y políticamente. Carlos A. Villanueva dirá: “…no fue la Revolución, en el primer acto, un movimiento de emancipación, sino de autonomía, para no caer bajo el dominio de los franceses, siguiendo el ejemplo de las provincias españolas. La emancipación la fijaron los sucesos”.
En el movimiento antiabsolutista del 25 de Mayo de 1810 confluyeron diversos sectores sociales. Por un lado, el morenismo, expresión de un liberalismo revolucionario, democrático e hispanoamericano, dispuesto a llevar el proceso hasta sus últimas consecuencias, a través de expropiaciones y fusilamientos, según la propuesta del Plan de Operaciones. Por otro lado, el “partido de los tenderos”, representativo de los intereses de los comerciantes porteños, cuyo liberalismo era meramente económico y cuyo probritanismo deviene en separatismo y antihispanoamericanismo. Finalmente, el “saavedrismo”, ala moderada del proceso, que puede ser identificado como un liberalismo conservador, con tendencia a pactar con los comerciantes, entendiendo que su enemigo es el jacobinismo de Moreno y sus compañeros. Durante los primeros meses Moreno, Castelli y Belgrano, como así mismo French, Beruti, Donado, Dupuy, entre otros impulsaron el proceso transformador. Este consistía en la elevación del indio, el aniquilamiento de la reacción absolutista con ejecuciones y destierros, y los primeros pasos para vigorizar la economía y el armamento de la revolución. Sin embargo, el proceso en España se torna vacilante con predominio de los liberales moderados y desde la Junta Central de Sevilla se niegan a aceptar la Junta de Buenos Aires. En este contexto, Moreno esbozará por primera vez en noviembre de 1810, un planteo en el cual se insinúa la posibilidad de la independencia. Para ser consecuentes con la revolución democrática, los criollos comienzan a reflexionar acerca de la posibilidad de conjugarla con una revolución nacional y crear un camino propio.
La Revolución de Mayo carecía de un plan de gobierno que orientara el rumbo de su actividad futura en aquellas cuestiones que se consideraban de mayor importancia. Por esta razón se le encomienda a Moreno, de manera secreta, que redacte un Plan de Operaciones a seguir por la nueva junta de gobierno. No obstante este Plan nunca llega a concretarse debido al pronto asesinato de su autor y a su “misterioso” extravío. Esta obra suscitó posteriormente grandes debates entre los historiadores, ya que representa una versión diferente de lo que comúnmente se conoce y se difunde acerca de la Revolución de Mayo. Puigross deja claro esto al decir: “Hablemos con franqueza: lo que importa a los impugnadores del Plan no es que sea legítimo o apócrifo, sino desconectarlo de la Revolución de Mayo, apartarlo de Moreno”.
Moreno recupera las ideas de la Revolución Francesa, más precisamente las de J.J. Rousseau y las intenta volcar al contexto americano de su época. Es el primero en traducir el Contrato Social (de dicho autor) al español para difundirlo por todo el continente. En el prólogo que él mismo escribe dice: “si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada uno no conoce lo que vale, lo que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir jamás la tiranía”.
En su Plan de Operaciones Revolucionarias, Moreno, insiste en adoptar medidas ejemplificadoras contra los enemigos de la causa nacional. Para reafirmar y justificar su posición recordaba las múltiples muestras de severidad que los españoles dieron durante su dominio: “... tendamos la vista a nuestros tiempos pasados y veremos que tres millones de habitantes que la América del Sur abriga en sus entrañas han sido manejados y subyugados sin más fuerza que la del rigor y capricho de unos pocos hombres...”.
Moreno es uno de los primeros miembros de la junta en hablar de la Independencia de América, situación que generaba descontento entre los saavedristas. Defendía la construcción de una gran nación -toda la América Española, desde el sur del río Mississippi hasta el Cabo de Hornos, con la inclusión de Brasil, previa revolución por levantamiento de sus esclavos y sus revolucionarios americanistas. Paralelamente propiciaba la eliminación de todas las formas de esclavización de los indígenas, tales como la Encomienda, la Mita, y los Obrajes, devolviéndoles sus derechos y tierras.
En lo económico, defendía el proteccionismo, la expropiación de los intereses españoles y realistas y el desarrollo de un proceso incipientemente industrial. Planteaba la necesidad de que ciertas industrias pertenecieran al Estado y la nacionalización de las minas. El Plan proponía la igualdad total, partiendo de la base real material de dicha igualdad: en una sociedad agraria, como era entonces Sur América, la única igualdad se basaba en el acceso democrático e igualitario en la distribución de la tierra para todos los ciudadanos como así también en la eliminación de la propiedad privada como generadora de la desigualdad social.
La historia oficial se ha encargado de mostrar a Moreno como un personaje que escondía detrás de su proyecto de liberación, una inclinación hacia la defensa de los intereses británicos en el Río de la Plata, una defensa de la violencia extrema y del unitarismo entre otras cosas. De esta forma se lo relegó a ocupar un papel secundario dentro de los hechos ocurridos durando mayo de 1810 y se subestimo su rol dentro de la misma. No obstante la obra y la práctica de Moreno resultan altamente innovadoras y precursoras, trazando una línea de acción y pensamiento para muchos de los movimientos políticos, tanto nacionales como latinoamericanos, que lo precedieron. Moreno fue un verdadero Revolucionario. Uno de los primeros en levantar las banderas morenistas, en cuanto a sus aspectos económicos, fue José de San Martín que aplica el proteccionismo y la industrialización en la región de Cuyo. Posteriormente los federales doctrinarios como Felipe Varela y Manuel Dorrego entre otros; y luego el yrigoyenismo, el socialismo e incluso el peronismo retomarán sus ideas de unidad latinoamericana para plasmarlas en sus proyectos políticos.

José Martí, la vigencia de un visionario.



Es desde esta línea de pensamiento que a José Julián Martí Pérez (1853 - La Habana – 1895- Dos Ríos) se lo conoce en Cuba como “el Apóstol”. Fue político, pensador, periodista, padre, poeta y masón cubano, creador del PRC -Partido Revolucionario Cubano – y organizador de la Guerra del 95, o , guerra necesaria -la que daría la independencia a la Isla.
Su crítico pensamiento trascendería las fronteras cubanas para adquirir por un lado carácter universal: “En los pueblos libres el derecho ha de ser claro. En los pueblos dueños de sí mismos, el derecho ha se de ser popular” (Guatemala, abril de 1877), que sirva de ejemplo para plantear que su prosa y versos están repletos de pequeñas ideas que, por su profundidad, es posible aislarlos y analizarlos independientemente por que tienen sentido en sí mismo sin perder el contexto en que fueron creados, por otro: trascenderían el tiempo y su influencia en los cubanos es tal que aún hoy, a más de un siglo de su muerte, parece ser que José Martí se eleva en figura protectora y reunificadora de los cubanos y frente a cualquier acción tanto del gobierno como del pueblo es la base del sentido de identidad y nacionalidad de su pueblo nativo.
Su contemporaneidad como escritor tiene una doble significación: desde la innovación en el lenguaje y en la búsqueda de autenticidad en literatura como expresión de su tiempo, convirtiéndose en precursor del modernismo, único movimiento literario nacido en Latinoamérica y que junto a José del Casal (Cuba) Manuel Gutiérrez Nájera (Mexico) Rubén Dario (Nicaragua), Gonzalez Prade (Peruno), Manuel Galván (R.Dom), Enrique Carrillo (Guatemala) José Asunción Silva, le dan forma de movimiento. En esencia rompen con las normas tradicionales, construyendo nuevos ritmos, melodías, sonoridad, color, libertad en los versos, superando al estruendo del romanticismo imperante tanto en España como en América.
Las acciones desde España por socavar los permanentes levantamientos con proyectos de reformas, genera el crecimiento del partido separatista isleño hasta promover desde 1868 en Cuba la primera guerra, llamada la guerra de los diez años, buscando independizarla del continente y que finaliza con la Paz del Zanjón, en 1878.
La trayectoria de su vida nos la muestra como héroe de la independencia de su patria él había sostenido que: “cualquier ideal se sustenta con la acción” de ahí que sus discursos políticos, su prestigio patriótico lo fueron llevando a conseguir en 1882 la aprobación de sus Bases del Partido Revolucionario Cubano. Sostenía que “en plegar y moldear está el arte político. Sólo en las ideas esenciales de dignidad y libertad se debe ser espinudo, como un erizo, como un pino” (La Nación Arg. Julio de 85)… “el poder no es más que el respeto a todas las manifestaciones de la justicia”… (Madrid ,15 de febrero del 73); con esta oratoria y espíritu incansable, fue capaz de unir a los cubanos de la Isla como a los que estaban en el exilio en la gesta libertadora del 95.
Sin ser militar, asumió la lucha dentro de las fuerzas revolucionarias con un compromiso indeclinable, participando en esta guerra llamada la definitiva, donde fue herido mortalmente, en Dos Ríos provincia del oriente cubano, el 19 de mayo del 95. “Su vida“ fue el más caro precio que pagó América por la independencia cubana. Eso sí, no en vano ya que en 1889 culmina con el tratado de París, donde Cuba obtiene la independencia “con la protección yanqui“ y Puerto Rico pasó a ser posesión Norteamericana.
Los años de insurrección iniciadas en 1868 culminaron con la ocupación Norteamérica a la isla y la injerencia permanente en los asuntos internos de la isla, sería ésta la coronación como consecuencia de la declaración de guerra de Estados Unidos contra España - las potencias de la época – en la expansión geopolítica.
De aquí en adelante la historia ratificaría el espíritu visionario del poeta cuando en 1891 en “Nuestra América” aclara sobre los propios pueblos y sus relaciones internacionales especialmente con Norteamérica. ”Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea y con tal que él quede de alcalde… ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas, y le pueden poner la bota encima” ... “ Lo que quede de aldea en América a de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas en la almohada...Las armas del juicio que vencen a las otras” “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”… “Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa…La incapacidad no está en el país naciente…Sino en los que quieren pueblos originales… Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. El buen gobernante de América no es el que sabe como se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elemento está hecho su país…”
A solo cuatro años de su muerte, en enero de 1899, la poderosa nación norteamericana impone por la fuerza su “derecho” a entrometerse en la Isla. Las tropas estadounidenses, las mismas que intervinieron en las postrimerías del conflicto de más de treinta años, bajo el pretexto de contribuir a la libertad de Cuba, quedarían en la isla amparados por una Enmienda en la Carta constitutiva “el símbolo más grande de chantaje de los norteamericanos” engendro que entró en la historia con el nombre de Enmienda Platt cuyo texto es una muestra de desfachatez y voracidad imperialista.
El pueblo expresó su repulsa con manifestaciones callejeras y mítines. Intensos debates entre asambleístas y sugerencias presentadas ante el gobierno yanqui para modificar el texto que imponía una amarga disyuntiva en el horizonte de Cuba: fundar la República con Enmienda como apéndice a su Constitución o mantener la dominación militar norteamericana en la Isla.
Entonces retumban las palabras cuando decía: “La amistad indispensable, de Cuba y los Estados Unidos, requiere la demostración contínua por los cubanos de su capacidad de crear, de organizar, de combinarse, de entender la libertad y defenderla, de entrar en la lengua y hábitos del norte con más facilidad y rapidez que los del norte en las civilizaciones ajenas”.
Aún después de derogado en 1934 como resultado del clamor de las masas, Estados Unidos no declinó su política de chantaje y amenazas para mantener en el poder a los gobiernos cómplices y aplastar la rebeldía de los cubano, y nuevamente el espíritu de Marti emerge en las acciones contínuas de sus compatriotas teniendo presente que "Un pueblo no es independiente cuando ha sacudido las cadenas de sus amos, empieza a serlo cuando se ha arrancado de su ser los vicios de la vencida esclavitud, y para patria y vivir nuevos, alza e informa conceptos de la vida radicalmente opuestos a la costumbre de servilismo pasado, a las memorias de debilidad y de lisonja que las dominaciones despóticas usan como elementos de dominio sobre los pueblos esclavos." (Revista Universal, México 25 de mayo 1875).
Encarna los valores éticos, aquellos que trascienden y contribuyen al progreso de la humanidad. “En nuestra América”, manifiesta “La América ha de promover todo lo que acerque a los pueblos, y de abominar todo lo que los aparte”…”Ni con Galos ni con Celtas tenemos que hacer en nuestra América, sino con criollos y con indios…”. Cuando habla de los gobiernos de los pueblos criollos agrega:”…Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarle conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías… Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos, injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas…”.
Y vaya si no tenía razón, la América que surge después de la revolución cubana en el siglo XX demostraría al imperialismo norteamericano que más allá de sufrir el agobio económico, el avasallamiento militar, los asesinatos constantes…”los pueblos son pueblos” . Así se mantuvo la Cuba de Martí.
Su sueño que la América “sea una”, se hace realidad al decir del Presidente de Venezuela Hugo Chávez “su gran día ha llegado con el ALBA, proyecto integracionista, basado en la cooperación solidaridad y la complementariedad …”, o como mencionaba el Che “…fue el hombre cuya palabra y ejemplo había que recordar cada vez que se quisiera decir o hacer algo trascendente…”.O estar presente en el discurso del Presidente de Puerto Rico Berrios Martinez ante la independencia de ese país “la libertad, como enseñó Martí, hay que pagarla a su justo precio. Y yo puedo decir con orgullo: los puertorriqueños hemos pagado con creces el precio de la libertad.”
En sus discursos descubrimos al político y revolucionario, en sus versos sencillos encontramos el espíritu y pensamiento más puro del “Maestro”.


Mabel Beatriz Meglioli